viernes, 22 de febrero de 2013

Duquesa

Llevo 2 meses sin pasarme por aquí, y (a diferencia de otras veces) no ha sido por falta de material para subir, si no por falta de ánimo.


No se ni por donde empezar a escribir esta entrada...

Realmente no me gusta contar mi vida (y menos por la red) porque a nadie le interesa (¿quien soy yo, al fin y al cabo?), y porque de los pocos que se interesan, algunos lo hacen solo para saber donde hacer daño (y a esa gente, cuantas menos aperturas les dejes mejor).

Pero esto quiero compartirlo, porque ella se lo merece...


¿Quien es Duquesa?

Duquesa era una pequeña pelusa perruna que apareció en mi vida un día de Octubre de 1997.
¡Rindete a mis encantos pelusiles!
La pareja de huskys de un amigo de mi padre había tenido una camada y el eligió a la más bonita, con un ojo de cada color, el lomo gris y la puntita del rabito blanca como la nieve.
Yo tenia 8 años, y, una tarde, cuando volví del cole y fui a la terraza a jugar con mis barbies, me encontré allí esta preciosidad. Cuando recuerdo ese momento ahora casi podría decir que fue como el "amor a primera vista" de las películas.

Hasta entonces siempre había soñado con tener un gato (siempre he sentido fascinación por ellos), pero mi mayor pretensión de tener mascota fue pedirle a mis padres que me compraran una tortuguita, ya que sabía que mi madre no quería animales en casa y mi lógica decía que una cuanto más pequeño fuese el animal más posibilidades tendría... pero no hubo manera.

¿Podeis imaginar la reacción de mi madre cuando vio a la perra en casa?
Mientras yo vivía mi "idilio" de felicidad (cogiendo en brazos aquella pelusilla mientras pensaba "No es un gato, pero me gusta más ¡Es tan adorable!"), mi madre rompió a llorar del disgusto. ¡Un perro! ¡Una carga más para ella! ¡Como si tuviese poco con la casa, el trabajo, su madre y una hija pequeña!
Por suerte el disgusto no le duró mucho. Si es que... ¡¿quien podía resistirse a quererla después de mirar esa carita?!
¡Sueltame enana! ¡Que me quiero ir a la calle!

Duquesa se convirtió en mi compañera inseparable de juegos. Siempre corriendo por la casa la una detrás de la otra, a pesar de los gritos de mi madre a la voz de "¡¡¡NO HAGAS CORRER AL PERRO!!! ¡¡¡QUE ME RAYA EL PARQUET!!!".

Como yo entonces era una cría, si la sacaba a la calle tenía que ir acompañada de alguno de mis padres o de mi hermana. 
¿Una anecdota divertida de aquel entonces? Una tarde la sacamos a pasear mi madre, una amiga mía y yo mientras nos comiamos unas chocolatinas "huesitos" como merienda. En un momento de despiste, Duquesa dió un salto, le quitó la chocolatina a mi amiga de la mano y se la comió de un bocado.

Durante esos paseos, consiguió escaparse más de una vez. Yo me asustaba, pensando en lo peor "¿y si cruza y la atropella un coche? ¿y si se va muy lejos y no sabe volver? ¿y si alguien la coge antes que yo y me la quita?" Pero mi madre y mi hermana siempre estaban llenas de recursos y, en cuanto se escapaba, alguna volvía a casa corriendo para coger una loncha de jamón porque el "¡Duquesa! ¡¡Toma!" no fallaba casi nunca para hacerla volver en seguida. Y, si esto fallaba, el Plan B era poner el coche en marcha, llevarlo hasta donde estuviera la perra correteando suelta y abrir una puerta... ¡casi le faltaba tiempo para subirse al coche! Porque le encantaba viajar en el coche... Todos las vacaciones de Semana Santa y Verano, cuando íbamos a la casa de la playa ella venia con nosotros, y, creo, que era la que más disfrutaba de las 6 horas de viaje.

¿Se puede ser más feliz?
Duquesa era una perra inteligente, feliz y mimosa en extremo. Adoraba tumbarse en el salón en un punto estratégico desde el que pudiera vernos a todos y no perderse ningún detalle de lo que pasaba. Y si no, o estaba tumbada sobre los pies de mi padre, o patas arriba apoyada a los pies del sofá para que el que estuviese más cerca le rascase la barriguita con total facilidad.

Se convirtió en mi mejor amiga. Siempre a mi lado. Cuando estaba triste se acercaba a mi y buscaba mis manos con su hocico para que la acariciase y olvidarme de las penas. Y cuando estaba feliz jugabamos hasta la extenuación.

Anda, niña... ¡Deja ya de freírme a flashazos!

Para mí nunca ha habido nada más relajante que acariciarla. Me encantaba echarme en el suelo junto a ella y abrazarla. Luego me tocaba aguantar las broncas de mi madre por llevar toda la ropa llena de pelos ("¡Cualquiera que te vea así va a pensar que tu madre no te lava la ropa!"). 

Tengo que reconocer que a veces llegué a ser muy pesada, pero ella me aguantaba con la mayor de las paciencias. Pero ella sabía que siempre le recompensaba esa paciencia compartiendo con ella la merienda. Y es que ella ¡era toda una Gourmet! Podías ponerle una loncha de jamón serrano sacado de envase y otra recién cortada de la pata, que ella siempre iba a coger el recién cortado. ¡Anda que no era lista!

Siempre que salía de casa para ir a clase o ir de fiesta con los amigos, al volver, mi madre y Duquesa venían a recogerme a la parada del bus. Para mí se convirtió en una costumbre buscarlas con la mirada desde la ventanilla cuando el bus giraba la última esquina antes de llegar a la parada. También yo salía con ella para esperar a que mi hermana mayor volviese del trabajo e ir juntas a casa. Puede parecer una tontería, pero tener a alguien esperándote para volver a casa juntos puede alegrarte el día.

...15 años...


15 años de juegos y travesuras.
15 años de paseos.
15 años de cariño y compañía.
15 maravillosos años en los que compartimos una vida.

Si pudiera volver en el tiempo, lo haría por disfrutar de nuevo de estos 15 años.


Duquesa.
1997-2013